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jueves, 13 de junio de 2013

Aromas

                                                                                                                    Collage de Pilar Mandl 
Esta mañana, sin buscarlo, en la tienda de cosméticos Arancha recupera el perfume de esos polvos para la cara que tenía la abuela Martina en su habitación. Daba gusto olerlos. Todos los domingos, cuando  iba a comer a casa de la abuela  , ella se deslizaba hacia la habitación de los  abuelos, abría el armario , se subía a un taburete, se retiraba la melena de color miel y acercaba la nariz al estuche nacarado, esnifando profundamente algo parecido a la gloria.Cogía la almohadilla por el lado de raso y untándola en los polvos rosados, la posaba sobre sus pómulos y la frotaba hacia las sienes. Después dejaba todo en su sitio y se encerraba en el baño para comprobar el efecto ante el espejo.
En el cuarto de baño continuaba la orgía de olores y sensaciones : el calor desmesurado de la calefacción, el aroma a colonia de lavanda, a jabón Heno de Pravia , y las toallas de colores suaves y esponjosos.
Siempre había algún pañuelo adherido a las baldosas de la pared. La abuela tenía una buena colección de pañuelos, moqueros y de cuello, que seguían una ruta diferente al resto de la ropa. Los lavaba a mano en el baño con unas pastillas de jabón de color caramelo y los estiraba por las cuatro puntas contra la pared hasta que el calor perfumado los secaba y, desafiando las leyes de la gravedad, los mantenía allí hasta que la abuela los recogía, los doblaba y los guardaba sin planchar.
Arancha, a veces, tentaba esa adherencia tocando con las yemas de sus dedos el borde engrosado de uno de los cuatro vértices del pañuelo, que luego volvía a pegar con una puntita de saliva.
Cuando le llamaban a la puerta, preocupados por la tardanza, la niña salía de su burbuja hacia un pasillo que olía a consomé, como sale ahora de su aureola de recuerdos cuando la dependienta, extrañada de que esa mujer lleve tanto rato oliéndose el dorso de la mano, le pregunta si puede ayudarle en algo. Arancha recoge los pañuelos, los polvos y los espejos y se dirige con paso impreciso hacia la áspera realidad, dispuesta a seguir con su vida: esa larga secuela, ese accidente geográfico que se originó en la caldera de fragancias y tibiezas de la casa de la abuela Martina.

5 comentarios:

  1. Mil veces lo habré leído. Unos días me rio con el, otros, como hoy, me hace llorar. Pero siempre me.encanta.

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    1. ¿Eres Arancha?? Seas quien seas, ¡gracias !

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    2. Y además me ha venido a la cabeza un recuerdo vívido curiosisimo

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  2. Claaaaro. Que por fin he recuperado mi cuenta de incógnito en google

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