Desde la sillita anaranjada que empuja su madre me dice adióstren con la manita.
Aparco
un instante mis preocupaciones y le
envío una sonrisa que atraviesa el cristal. Cuando arranca el tren, mi hijo termina la carrera. Luego la empieza. Sus salidas nocturnas me impiden dormir.
La moto y la primera novia disputan posición. Arrastrarle al
instituto, los partidos de básquet, la bici. Eran uno, dos y tres, los famosos mosqueperros. Dinosaurios y
legos. Garabatos y chuches.
Empujar la sillita naranja hasta la
estación para decir adiós a aquellos trenes.
En
alguno de ellos quizás sonriera una mujer que ya tuviese un hijo de
veinticinco años.
¡¡ Felicidades, Carlos, en tu primer impensable y sorprendente cuarto de siglo!!
Fotografía del protagonista cuando era rubito,hecha por la autora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario