Ocurrió el marzo de sus trece
años.
Llevaba varios días, junto a sus padres y su hermano, tratando de huir por
la línea fluctuante del frente del Ebro.
Vio cómo traían detenidos a dos
brigadistas que habían encontrado escondidos entre los almendros. Eran
corpulentos, tenían el cabello claro y los pómulos altos. Uno de ellos
arrastraba su mirada hacia la vida efímera y venenosa que se agolpaba a su
alrededor. Los llevaron hacia un barranco cercano al camino. Después se oyó un
estruendo de pólvora.
Al atardecer se escabulló con su hermano. Se asomó al último de los márgenes y pudo ver un montón de ramas ocultando algo.
Otro marzo, muchos años
después, regresó. Acompañado de dos compañeros universitarios y una pala,
volvió al lugar exacto. Entre las raíces de los almendros en flor empezaron a
asomar costillas, un fémur y un par de calaveras, que introdujeron en un petate
para transportarlos de vuelta a Barcelona. Allí limpiarían los huesos hasta
dejarlos de un blanco sucio y uniforme.
Durante los años siguientes, los
huesos recios de dos eslavos que fueron fusilados en una guerra extranjera le
enseñaron toda la anatomía que necesitaba para convertirse en el médico
respetable que pretendía ser.
No sé si se trata de un déjà vu, o mejor debería decir un déjà lu, pero creo haber leído esta historia con anterioridad. ¿Puede ser? Sea como fuere, me gustó y me sigue gustando.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mmmm.. Colgué la entrada del blog "Esta noche te cuento "en facebook cuando lo presenté al concurso, no recuerdo haberlo difundido por ninguna otra vía. A veces tenemos recuerdos que no lo son , y eso me gusta como materia literaria. Lo importante es el final de tu texto:el gusto mantenido y el abrazo.
EliminarSe cierra el círculo que empezó sesgando vidas con una barbarie, para acabar con un Doctor que las salva. Buen intento de buscar una utilidad a ese sinsentido que es una guerra.
ResponderEliminarBueno, el círculo ha quedado un poco cuadrado porque esto no hay manera de cerrarlo bien. Los familiares del checo y el polaco que fusilaron ante las narices del niño nunca podrían haber imaginado donde irían a parar esos craneos. El mundo es muy raro, si.
EliminarEl relato es impecable, lo que pasa es que no llego a captar si el protagonista es o no "buena persona". Esa vida venenosa alrededor del fusilado, ¿incluye a protagonista? ¿Ese médico respetable? Me inclino a pensar que tratas de mostrar un personaje sin sentimientos. No sé.
ResponderEliminarMe gusta que se te plantee esta duda porque es la misma que tenía yo. El veneno no hace discriminaciones, lo impregna todo. Y yo tampoco sé como juzgar la reacción del protagonista,que es un niño cuando recibe el impacto y un adulto cuando decide ir a buscar los huesos. Abrazos, Ximens.
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