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jueves, 19 de marzo de 2015

El nombre

                                                       
                                                           
Luís Soriano Quiros

    
       El hecho de que  mi abuela María fuera mi madrina tenía que influir, por supuesto, en la decisión de cuál iba a ser mi nombre. Pero el azar quiso que naciera el día de Santa Rosa, con lo cual mi otra abuela hizo su aparición en escena con un especial afán reivindicativo. No porque ella se llamara Rosa, que no, sino porque una hermana suya que murió joven se llamaba así. Ningún miembro de la familia fue capaz de contradecir a la madre de mi papá, que por aquel entonces tenía un enorme ascendente en todos sus hijos, en especial en su favorito, mi padre. Con sus dotes de estricta gobernanta convenció a todo el mundo de que mi destino sería vengar a mi tía abuela, y a la vez darle una segunda oportunidad.
      La historia de la tía Rosa fue contada por enésima vez, y suscitó en las mujeres de la familia de mi madre la misma mezcla de compasión y risas sofocadas que la primera vez que la oyeron.Rosita murió de mal de amores, les había contado. Hasta aquí comprensible, conociendo lo brutos que pueden llegar a ser los hombres-pensaron ellas. Los detalles de la historia, en cambio, les hizo revisar su juicio. Transformaron el fácil recurso de dar la culpa de todo lo que ocurre al sexo contrario en una decepción achacable a toda la humanidad, siendo las mujeres los más refinados verdugos de ese universo enfermizo.
    Lo más humillante no fue que la abandonara su novio de toda la vida, ni que a los dos días ya estuviera saliendo con otra chica del pueblo mucho más fea que ella, y algo mayor que su prometido. Ni siquiera el hecho de que, siendo ella peluquera, tuviera que soportar las miradas de soslayo y las preguntas capciosas de algunas de sus clientas.
       La estocada mortal fue que la novia se atreviera a ir a peinarse a su peluquería el día de la boda.

       Me llamo Rosa María.
      Hasta los dieciocho años llevé unas trenzas larguísimas con flequillo, que me cortaba yo misma.  En la actualidad no me tiño el pelo aunque ya peino canas. Jamás voy a la peluquería.
     A estas alturas de mi vida me estoy empezando a dar cuenta de que no he sabido enfrentarme a mi destino, que no he entendido nada.

2 comentarios:

  1. Este tipo de historias me encantan, seguramente porque las imagino.

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    1. Si, hay historias que parecen reales¿verdad?. O mejor, que están hechas con pedazos de realidad. Pero lo mejor es que sea cual sea su hechura se puedan imaginar. Qué bien que lo hayas hecho, Elena.

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