4
de junio de 2013
Cómo
disfruta comiendo. Me dice que últimamente come demasiado bien y que para no
sentirse tan privilegiada invitaría a algún pobre a comer a su casa. Si no
fuera porque se ha enterado de que algunos falsos operarios del gas entran en
las casas y roban. Yo le digo que ni se le ocurra invitar a un pobre, que ahora
con la crisis hay demasiados, que todos querrían entrar, no cabrían en la casa
y al final ella se quedaría sin sus espinacas.
Mi
padre me dice que está mucho más contenta y activa desde que he llegado
yo.
Al
ducharse se ha caído en la bañera. Se ha deslizado suavemente hacia el suelo
cóncavo y liso. Mi padre y yo le hemos ayudado a levantarse. El pañal se ha
empapado. Luego se ha quedado un buen rato sentada con ropa interior y el
albornoz abierto.
Me
ha vuelto a pedir que miremos la tele porque igual sale lo del premio extraordinario
de Carlos. Y que llame yo a sus hermanas para explicárselo, porque si no se
creen que ella es una presumida y que se inventa lo que explica de sus nietos.
“Pues si yo no he hecho nada para que sean así”, les dice. Ellas les contestan
que es normal, que sus nietos son como ella: “pluscuamperfectos”.
Además de una energía
inacabable que la hacía un objeto universal de admiración, mi madre se había
ganado a pulso, entre sus hermanas y entre sus amigas, el adjetivo de
“pluscuamperfecta”. Y ese título había que revalidarlo día a día. Focalizó toda
su eficacia y su creatividad en su nuevo entorno: el hogar. Ninguna de nosotras
era capaz de seguirle el ritmo cuando trajinaba por la casa. Dimos fe de su
capacidad de trabajo la primera navidad que estuvimos sin ella. Nos repartimos
el menú de la comida de navidad -tan elaborado y a la vez tan digestivo- entre
las tres hermanas, y aun así no lo conseguimos hacer ni la mitad de bien de lo
que ella lo hacía, aparte de terminar agotadas. Entonces nos dimos cuenta de
sus muchas virtudes (hacerlo y no
quejarse, entre ellas), un poco tarde. Eso sí , le encantaba que alabáramos el producto de su trabajo.
Una mujer con semejante
potencia -siempre vaticinábamos- por fuerza se iba a tomar muy mal la inevitable pérdida de facultades de la
vejez. Pero de nuevo nos sorprendió: supo aceptar su rápida decadencia con la
mayor dignidad, siempre-quien tuvo retuvo- con una lucidez y un sentido del humor fuera de lo común. No
ha sido fácil para mí ser una persona eficiente en cuestiones prácticas con semejante
precedente. Ella no nos enseñaba, no nos
pedía ayuda, ya lo hacía ella. Nos decía: vosotras estudiad. Y de esta manera
tuve el tiempo y la tranquilidad que necesitan los ratones de biblioteca para
leer mucho desde pequeñita, para transitar toda mi infancia y adolescencia con
una nube de fantasías sobrevolando mi cabeza mientras ella se encargaba de la
intendencia y de construir un entorno confortable. No sé si a mis hermanas les
benefició de la misma manera. Mientras estuvimos en casa se sintió útil,
completa. Tenía a sus hijas, a su marido que trabajaba mucho para que no nos
faltase de nada, a su amiga íntima con la que cosía y charlaba. Todo tenía
sentido. Pero en el tercer tercio de vida, cuando las tres nos fuimos a
estudiar fuera y poco después nos casamos, sospecho que de repente todo se
ralentizó y se estancó de alguna manera lenta pero irreversible para una mujer
con tanta capacidad de sentirse viva y útil. Su amiga se trasladó a otra ciudad, mi padre no quería viajar a
Zaragoza tanto como a ella le hubiera gustado, y nunca consiguió adaptarse del todo a la sociedad provinciana
de su ciudad de adopción. Todo esto son intuiciones mías a posteriori. Ella disimulaba muy bien cuando íbamos a verla,
nunca cargó sobre nosotras sus decepciones conscientemente. Aunque al final había un poso de amargura
en su actitud que se pudo deber a este motivo. La sospecha de esa frustración me entristece y me hace pensar.Pero quizas tiene razón Joyce Carol Oates cuando se mete en la piel de Marilyn para decir: " La muerte no existe, y sin embargo los muertos siguen muertos. Pensar en ellos era perjudicial. Seguro que no desean nuestra compasión, se dijo Norma Jeane"
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