Mientras nosotros andamos
distraídos, atareados o preocupados cambiando los miedos de lugar, ellos brotan
sin descanso ahí abajo. Nos rodean, nos acorralan, tejen una alfombra bajo
nuestros pies. Abren sus sombrillas, engullen lo muerto y lo regurgitan para
devolverlo a lo vivo. Su discreción es legendaria. Su palidez, mortal. Su labor
malinterpretada. Pero no desisten en su empeño. Frenéticos, abren y cierran sus
paraguas, expanden sus micelios, beben con avidez. Como si en ello nos fuera la vida.
Me ha encantado, qué bien. Muy bueno eso de cambiar los miedos de lugar.
ResponderEliminarEscribes muy bien, muchacha.
Muchas gracias, muchacho! Nos vemos en el norte en breve?
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